Las dos últimas semanas de abril las he pasado cruzando parte de Estados Unidos haciendo la Ruta 66. Sí, desde Chicago hasta Los Ángeles pasando por siete estados (aunque originalmente sean ocho) y numerosas ciudades, de esas que sólo has visto en las películas. Ciudades diferentes a las que existen en Europa o por lo menos a las que yo conozco. Repletas de gente de diversas culturas que conviven en una armonía casi perfecta. Personas que se tratan con respeto y educación, que te ayudan gustosas, algo que parece que se haya perdido en España, ¿no crees?
Cuando mis amigos se han ido fuera de España, y sobre todo a países europeos, han vuelto con las típicas anécdotas que a uno le terminan sorprendiendo, por ejemplo que la gente se ofrezca para ayudarte. ¡Vaya tontería! Pensarás. Si eres de esos que cuando ves a un turista en tu ciudad enseguida le ofreces tu ayuda, además de darte la enhorabuena por ser un espécimen extraordinario, no deberías seguir leyendo este post. O tal vez sí.
Pues ese acto voluntario y desinteresado es lo que más me ha sorprendido de Estados Unidos. Más que los maravillosos rascacielos de Chicago, más que los preciosos barrios residenciales del siglo XIX de Springfield, más que el espectacular arco de St. Louis, más que las casas de Santa Fe y Albuquerque, más que el Desierto Pintado, el Bosque Petrificado y el Gran Cañón, más que la decadente ciudad de Las Vegas y, sobre todo, mucho más que la caótica Los Ángeles. Algo tan sencillo, pero tan importante, que a veces lo pasamos por alto.
Me explico. Cuando hablamos de turismo siempre pensamos en recursos y puntos de interés, hoteles, restaurantes, agencias de viajes, aerolíneas y un larguísimo etcétera, pero pocas veces nos acordamos de las personas que viven en la ciudad o en el destino donde se encuentran éstas. Tan importante o incluso más es que la propia población sea la primera, que por el bien de su ciudad, ayude desinteresadamente a esos visitantes que han elegido su destino entre la excesiva competencia turística que existe. Además, ahora tenemos que darnos cuenta de que el visitante ya no actúa como un turista más en el destino sino que se mueve y se sale de los caminos preestablecidos, llegando a «camuflarse» entre la población local, es decir, cada vez menos los verás con el plano que le han dado en la oficina de turismo y más consultando alguna aplicación en su smartphone.
Lo que me ha sorprendido es como los habitantes de ciudades, con una población mucho más numerosa que las españolas, que actúan de esa manera consiguen en el visitante un sentimiento de «soy importante fuera de mi país«, llevándose una percepción extraordinaria. Y esto es lo que yo he sentido, me he sentido protagonista en un entorno diferente al habitual y lo mejor es que, además de ganar yo con ello, me ha ayudado a darme cuenta cómo en España esto se está perdiendo. Sí, se está perdiendo porque aquí hemos perdido ese respecto y esa educación frente al resto de ciudadanos, hasta degenerar llegando al punto de mirar en muchas ocasiones (pero no siempre) a los turistas por encima del hombro. Tal vez no debería generalizar, pero la mayor parte de las veces es así y es una lástima.
Si somos una de las potencias turísticas mundiales debemos ser coherentes y responsables todas y cada una de las personas que vivimos en este país, y no sólo los que nos dedicamos al turismo. Todos somos importantes y si mejoramos este aspecto todo mejorará a nuestro alrededor, aunque me haya quedado muy utópico. Con muchas reflexiones he vuelto de Estados Unidos; creo que eso es bueno. Y tú, ¿qué piensas sobre el tema?
Imágenes de Flickr: arriba a la derecha de hine y abajo a la izquierda de gordon2208 bajo licencia Creative Commons.
Si el turismo es uno de los grandes potenciales económicos en España, deberíamos «estar a los pies» de los turistas no? Como tú dices Juando, como mínimo no mirarlos por encima del hombro. Y, por lo que he podido experimentar en EEUU, allí los habitantes con respecto a los turistas son respetuosos, amables y ayudan sin pedir auxilio; quizás sea de las pocas cosas que podemos sacar buenas y de las que nos podemos fijar de los ciudadanos estadounidenses…
Lo primero que «deberíamos» hacer sería inculcar de verdad que el turismo es necesario, desde lo local a lo global, que la gente se de cuenta de una vez de que es importante. El turismo empieza en la educación de las personas y eso parece que en España se está perdiendo; bueno, eso y muchas más cosas.
Yo lo puedo decir abiertamente y sin miedo a represalias: en EEUU, por muchos estereotipos que tengamos de su sociedad, tienen una actitud hacia los turistas que ya quisiéramos en España. De ellos sí podríamos aprender.
Gracias por tu comentario Marian! ;-)